viernes, 25 de abril de 2014

Un acierto accidental

¿Alguna vez has escuchado ese silencio que no es mudo? ese que cuenta cosas pero no te dice nada. Ese que es más bien ruido que describe aislamiento y soledad. Ese que se hace presente cuando prendes la televisión para quitarle profundidad al hueco frío que te cobija al llegar a casa. Ese del que uno llega a enamorarse casi sin darse cuenta. Ese que me hizo desearte nuevamente en mi vida y que me hacía preguntarme de cuando en cuando qué se había hecho de ti.
Yo no lo sabía, nunca lo imaginé. Apenas era como una sospecha fundada a conciencia en el deseo y no en la razón, más como una fantasía. Sería una grata realidad. Pero no lo hubiera creído, aunque saberlo me hubiera animado. Te hubiera llamado más de una vez, para que rompieras mi silencio, ese que resguardaba con tanto amor. Ese que sólo te habría permitido a ti alejar de mi. Pero no lo sabía entonces y por lo tanto no lo hice, debí hacerlo, debí estar cerca. Lo lamento tanto.
Seguí hacia delante, mirando al frente como quien camina en torno a un círculo, lo hice sin pensarlo mucho y tampoco pensé en ti. No tenía motivos para hacerlo. Ni siquiera me cruzó entonces por la mente que te vería otra vez. Era obvio sí, eventualmente ocurriría, pero de manera casual, tal vez cuando recuperara mi espacio y mi tiempo. Hice una lista del conjunto, tantas caras por los años diluidas y tu estabas ahí, de forma especial por supuesto, pero difusa como todos los demás.
Ahora estoy convencido que era un error correcto, un acierto accidental, regresar hubiera sido bueno por un tiempo, pero no podría haber soportado mucho más. Aún así. Sabía que era momento de cerrar viejos círculos y de recuperar algo del respeto perdido. Cómo podría haber imaginado que al final todo se reduciría a ti. Si alguien me lo hubiera dicho entonces sería claro como el vidrio. Pero no tenía manera. No había posibilidad. Todavía el día de hoy, me cuesta tanto creerlo.

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