miércoles, 3 de noviembre de 2021

El vagabundo

El hombre trataba de refugiarse de la lluvia, corría por la calle sujetando al cachorro que acababa de encontrar. -No te preocupes amigo, yo conozco un lugar, ahí no nos va a pasar nada, nos van a dejar en paz esos hijos de su puta madre. ¡COMO BIEN CHINGAN!. -El hombre, en su carrera, conversaba distraído con el animal, era tal su concentración en este que no notó un ladrillo que se hallaba tirado sobre la acera, y a pesar de la advertencia que le hizo una señora que se refugiaba de la lluvia en la tienda que estaba frente al bloque. El vagabundo tropezó terriblemente, golpeando su cara de lleno contra el pavimento.

Un hombre de traje rápidamente salió del negocio con la intención de socorrer al hombre que sin revisar su propia condición, observaba atónito a su perro. -Señor, ¡se encuentra bien?, está sangrando. -El sujeto trajeado intentó ayudar al otro a reincorporase, pero en cuanto lo tocó, el vagabundo dio un grito estrepitoso y se echo a correr. dejando visible una gran mancha de sangre sobre la acera.

-¡No nos atraparán pancho! -Decía el vagabundo al cachorro. -Esos hijos de la chingada me traen ganas desde hace mucho, pero se la van a pelar, me voy a vengar de todos estos pendejos de mierda. ¿Sabes por qué?. -... -Pérate, deja que te cuente primero. -El vagabundo mirando hacia atrás, y asegurándose de que no era perseguido, se detuvo, aún escurría un chorro de sangre de su nariz que se mezclaba con la lluvia. Entonces, acercando sus labios a una oreja del cachorro, susurró. -Tengo un plan... todos se van a morir, pero no lo puedo hacer solo... -El vagabundo miró a su alrededor para verificar que no estaba siendo escuchado ni espiado por nadie, luego continúo. -Pancho... necesito tu ayuda, sólo puedo confiar en ti. 

Para ese momento la lluvia ya se había calmado, quedaba tan solo una llovizna que ya tenía bastante harto al hombre. Él y el cachorro llegaron a una bodega vieja que parecía abandonada. -Tal vez no lo creas Pancho, pero este es un lugar mágico. ¿Eh? -... -¿No me crees? -... -Entiendo. -... -¿Prefieres que te diga Francisco? -... -Bueno, déjame mostrarte el lugar. -Finalmente concluyó el vagabundo, mientras se rascaba la cabeza observando al animal que cargaba en sus brazos. El hombre caminó rodeando la gran estructura hasta que llegó a una pequeña caseta que quedaba a un costado de la bodega. Introdujo el brazo por una ventana rota y abrió la puerta.

-¡Vamos amigo!, sacúdete a esos malditos, ¡si no te los quitas de encima te robaran el alma! -Alegó el vagabundo mientras dejaba al cachorro en el suelo, acto seguido, cerró la puerta. Era un lugar agradable, el vagabundo tenía ya algún tiempo viviendo ahí. A pesar de sus gustos exóticos, había logrado hacer una habitación cómoda, tapizada de cobijas, colchones y montones de objetos raros que había encontrado en sus andanzas por la ciudad. -¿Sabes Pancho? -Preguntó el vagabundo mientras se quitaba la ropa mojada. -¡Está bien! Francisco... -... -Si, como quieras. -... -Esta bien, ¡Ya pues!. -... -Discúlpame. -... -Gracias. -El vagabundo se había quitado toda la ropa y la cargaba en su brazo derecho, caminó al fondo de la habitación y abrió una puerta que daba directo a la bodega. El cachorro lo siguió.

Justo afuera había una cubeta de metal en la que el hombre depositó la ropa. Tomó entonces una botella con gasolina que se encontraba junto a la cubeta, y roció la ropa mojada con todo el contenido. Ya agachado, tomó una caja de cerillos que se encontraba también ahí en el suelo. Dirigió una mirada al perro tan oscura, que este retrocedió temeroso y luego dijo. -¡nomás deja que consiga unas tijera pa' pelarte a ti también!... -Así prendió fuego a la ropa. Si alguien más hubiera estado ahí, hubiera podido ver en sus ojos, esa rara excitación que le provocaban las llamas.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario